¿A qué llamamos ‘comercial’? – ¿Por qué la TV promueve antivalores? – ¿El imperialismo, y su industria cultural, existe? – Por primera vez tenemos recursos como Estado para crear una política cultural coherente – ¡Privatizar lo comercial: Único antídoto contra los antivalores!
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Un curioso de la comunicación, Keneed Nebreda, nos trajo una cita que resume lo que una larga bibliografía sobre televisión demuestra: El imperialismo existe, y lo ‘comercial’ en el arte no es otra cosa que la ‘industria cultural’, estructura comunicacional diseñada para dominar al mundo a través de la destrucción de la identidad nacional (que no es evitar opciones extranjeras en un país, sino crear barrera contra antivalores que dañen la cultura propia)
La cita pertenece a Allen W. Dulles, Jefe de la inteligencia estadounidense (Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, CIA) entre 1953 y 1961, y está en su libro: ‘The Craft of Intelligence’, el arte de la Inteligencia (1963) donde dejó el manual para destruir, como en efecto se logró, a la antigua Unión Soviética, a través de estos pasos:
- Sembrar el caos en la Unión Soviética, sustituyendo sus valores por otros falsos, sin que sea percibido, obligándoles a creer en ellos.
- Buscar, a través de esa siembra de antivalores, aliados y correligionarios dentro de la propia Rusia.
- Lograr, paso a paso, acabar con el carácter irreductible del pueblo soviético, a través de la definitiva e irreversible extinción de su autoconciencia.
- Hacer desaparecer, a través de la supervivencia económica, la carga social de la literatura y el arte, desmoralizando a quienes desean dedicarse al arte, o a la investigación de los procesos que se desarrollan en el interior de la sociedad.
- Inocular en la literatura, cine, y teatro, el reflejo y el enaltecimiento de los más bajos sentimientos humanos, encumbrando, por todos los medios, a ‘artistas’ que siembren el culto al sexo, violencia, sadismo, traición, cualquier tipo de inmoralidad.
- Propiciar, de una manera imperceptible, pero activa y constante, el despotismo de los funcionarios públicos, a través del soborno, la corrupción, y la falta de principios.
- Ridiculizar la honradez y la honestidad, mostrándolas como innecesarias y como algo antiguo, del pasado. En cambio, cultivar el descaro, la insolencia, el engaño y la mentira, el alcoholismo, la drogadicción, el miedo irracional entre semejantes, la traición, el nacionalismo, la enemistad entre los pueblos y, especialmente, el odio al pueblo ruso.
- Hacer parecer ‘marginales’, chabacanos, los valores de la moral, para destruirlos.
- Enfocar estos mensajes, principalmente, a la juventud, que es la más susceptible, por su poco conocimiento del pasado, a la corrupción, la desmoralización, y la perversión.
- Dejar indefensos, ante la sociedad, a quienes detecten estas operaciones, e incluso lleguen a descifrar, a través de la comprensión, este plan, y situarlos, a través de la ridiculización, la calumnia, el descrédito y el señalamiento, como ‘desechos de la sociedad’.
¿Es casualidad que la TV ‘comercial’, nacional o transnacional, sea la principal promotora de los antivalores en Venezuela? ¿Cómo, entre tantas expresiones culturales de calidad que hay para elegir en el mundo, se han hecho famosos Daddy Yankee, Maluma, o Romeo Santos, productos que tienen en común la explotación de la interacción sexual, la violencia del ‘ajuste de cuentas’, o la conducta hamponil y mafiosa? ¿Cómo impone, de forma tan organizada, un solo gusto musical para Venezuela?
Hoy contamos en Venezuela con un aparato comunicacional público, que promueve valores nacionales (trabajo, solidaridad, honestidad, culto al amor, inclusión, sexualidad responsable, igualdad de género, respeto a la orientación sexual) pero no funciona monolíticamente, como lo hace la exitosa industria capitalista: creando un solo mensaje, alimentado por creadores cuyas obras, elaboradas con libertad, son seleccionadas con criterio, y distribuido ordenadamente al receptor que buscamos, desde la radio que la promocione, hasta la televisión que muestre su versión audiovisual, pasando por la gira nacional e internacional, plenamente apoyada, que convierta al artista en un éxito local, y de exportación (esto no aplica solo a la música, nuestro ejemplo, sino a todo el arte)
El capitalismo tiene una línea clara: la cultura es para quien la pueda pagar. Entonces, privaticemos lo comercial. Si algún ciudadano o ciudadana quiere acceder a lo que se impone desde la industria cultural, que lo pague, y a precio de ‘libre mercado’.
Los espacios públicos, como ‘Suena Caracas’, o TVES, para poner ejemplos, deben ser para el entretenimiento de calidad, nacional e internacional, acorde a nuestros valores, que tiene sobrado talento, y calidad, para atraer a una audiencia que recibirá de lo público la calidad que lo privado no le ofrece, y menos a precio justo: Valores.
DesdeLaPlaza.com/Ennio Di Marcantonio